La mejor manera en la que Dios se revela al hombre es a través de sus atributos. Especialmente a través de su soberanía—su control total sobre todas las cosas. Por lo tanto, cuando experimentamos sufrimiento en nuestras vidas no podemos ser negligentes y olvidarnos de que la soberanía de Dios está sobre ello, aunque se nos haga difícil aceptar que Dios está en control y conoce nuestro dolor.
Por ejemplo, es fascinante, y a la vez chocante, la manera que es relatada la historia de Job en la Biblia. Primero, Dios permite a Satanás que atormente a Job hasta lo más indeseado. Después de ser atormentado, Dios también permite que Job lo pierda todo (Job 1:6-13); sus bienes materiales, hijos, esposa y casi su propia vida. Acaso, ¿Dios no podía evitarlo? Acaso, ¿No fue Dios quien autorizó a Satanás? Además, ¿Puede Satanás hacer algo sin que Dios se lo permita? (Job 1:12-13). Definitivamente no. Dios tiene control de todas las cosas incluyendo nuestra vida.
Al final de la historia Job recupera milagrosamente todo lo que había perdido; riquezas, negocios, hijos, propiedades y salud. (Job 42:12-17)
Espiritualmente recibió una revelación que no tiene precio, ni puede ser comparada con toda su riqueza. Job entendió la importancia de conocer profundamente el carácter de Dios y sus atributos. Por lo tanto, con mucha seguridad Job dijo. “de oídas te había oído pero ahora mis ojos te ven.” Sin duda Job fue un hombre temeroso de Dios (Job1:1). Sin embargo, la evidencia bíblica nos muestra que la revelación total del carácter de Dios hacia Job no fue manifestada hasta que fue pasado literalmente por la prueba del dolor. (Job 40:1-4)
¡Cuántos golpes y sufrimientos evitaríamos si pudiéramos comprender lo que Job comprendió en sus horas de más profundo dolor, cuando no había nadie que le tendiera la mano excepto Dios! El vio aquella mano en medio del terrible silencio de su hogar saqueado, y su fe alcanzó su clímax cuando pudo decir: “Aunque me matare, en Él confiare”.
Debemos de tener cuidado de no perder de vista la idea central de la historia de Job. Esta historia aparentemente presenta un Dios lejano e insensible, pero de ninguna manera es así. Dios muestra sensibilidad y amor por su creación a través de toda su palabra.
Permítanme tratar de explicarlo. Hasta que no aceptemos el hecho de que Dios es soberano, y no nosotros, vamos a mal interpretar su carácter y se nos va hacer muy difícil creer que las intenciones de Dios hacia nosotros son buenas. Los deseos de Dios para nosotros son siempre positivos y de carácter eterno
Mirémosle actuando en una historia contemporánea. Un clavado repentino en el mar la dejó paralizada por más de 30 años. Joni Eareckson Tada ha podido aceptar la soberanía de Dios para su vida. Como resultado de su fatal accidente ella ha construido su vida con fe y propósito al encontrar la paz y la gracia de Dios en medio de muchos años viviendo como una cuadraplégica. Esta incapacidad la ha hecho la heroína de fe de muchas personas. Joni and friends es el nombre del ministerio para personas con incapacidades físicas. Diariamente, este ministerio toca a miles de vidas ayudándoles a conseguir paz y propósito a pesar de sus limitaciones físicas. Por este motivo me atrevo a decir que si Joni no se hubiese partido el cuello en el año 1971, todavía estuviese buscando a Dios superficialmente. Además de eso, muchos jóvenes no hubiesen recibido el amor y el consuelo de Jesús a través de ése ministerio tan poderoso.
Dios es soberano y no podemos limitarlo a nuestra manera de pensar. El hombre negligente ve las cosas con ojos terrenales, pero Dios ve las cosas de acuerdo a su eterno poder y gloria.
Nuestro sufrimiento está en las manos y en el control de un Dios soberano. Por eso no puedo evitar llegar a la conclusión de creer que el secreto de triunfar en medio del dolor está en confiar en el control total de Dios.
Obviamente, mientras sufrimos tenemos que confrontar nuestras emociones para poder vencer nuestro control propio y dejárselo a Dios. Nuestra alma se sujeta a nosotros si no nos rendimos a sus manipulaciones. Nuestras almas tratan de manipularnos con las herramientas de derrota; al engañarnos con el arma mortal de la depresión, y al abandonarnos en un en un abismo sin regreso.
Esa es la razón por la cual es tan importante entender que Dios tiene el control de todo. Tú nunca sabrás el propósito de tu dolor hasta que no sepas quien está detrás de todo lo que te pasa. Es importante saber que un Dios amoroso está en control, y que ese mismo Dios te da una esperanza segura de que algo positivo se aproxima.
¿Habrá alguna relación entre la adoración a Dios y el sufrimiento?
Aunque nos cueste aceptarlo, hay una relación significante entre el sufrimiento y la adoración a Dios, es una paradoja inevitable. No cabe duda que como resultado de nuestra imperfección y depravación, ante un Dios perfecto y justo, se nos hace difícil expresar una adoración pura. Por ejemplo, casi siempre necesitamos un estímulo divino para adorar genuinamente. Te Pregunto. ¿Núnca te has encontrado de rodillas adorarando y clamando a Dios por algo que te agobia? Seguro que sí. No debería ser de esa manera, pero es la triste realidad. Cuando más buscamos y adoramos a Dios es cuando más lo necesitamos. Sin embargo, eso se repite en las Sagradas Escrituras. Por ejemplo, en la Biblia muchos hombres fueron inspirados a adorar a Dios profundamente en medio del sufrimiento. David, Salomón, Job, José, Pedro y muchos más, fueron ejemplos de una adoración genuina en medio del dolor. Por esos ejemplos puedo decir, sin miedo a equivocarme, que cuando el sufrimiento es nuestro estímulo de adoración, nuestra adoración es genuina e ilimitada.
Arrodillada, llorando con una actitud segura, la mujer pecadora entra a casa de Simón Cirene. Sin duda estaba agobiada por el cruel desprecio de los religiosos de su tiempo. Jesús observaba mientras ella le lavaba sus pies con lágrimas de un corazón entregado a una adoración sin límite. Su recurso de adoración era un perfume de alabastro. Posiblemente ese perfume era su único recurso económico que tenía para sobrevivir por largo tiempo.
Por esa razón, en la entrega total y sin condición de la mujer pecadora y sufrida vemos el ejemplo supremo de una adoración verdadera.
Irónicamente a mí me tocó vivir algo similar. Permítanme contarles lo que me pasó.
Un sábado después de trabajar arduamente, entro a mi casa como de costumbre…de una manera poco usual me recibe mi esposa. “¡Guillermo observa!”—me dijo con un tono de alegría. “Qué pasa”—dije confundido al no saber que ocurría. Después de ocho años de matrimonio y de paciente espera, mi esposa había quedado embarazada.
Ella estuvo esperando ese momento por largo tiempo. Atónito por la noticia, no encontré palabras para ser participe de tal alegría. ¡Todo parecía un sueño intenso!
Tristemente unos días más tarde mi esposa se encontraba en el hospital central de la Florida perdiendo lo más preciado—en ese momento, nuestro dulce bebe. Ese suceso fue un mar de emociones, estábamos confundidos.
“Dios, ésto no tiene sentido.”—Dije con lágrimas que salían de lo profundo de mi corazón.
Mi esposa se encontraba cansada de recibir sólo malas noticias de parte de los doctores. Su información era devastadora para nosotros que esperábamos a nuestro hijo con vida. Esa noche regresamos a nuestra casa ya rendidos de tanto luchar y emocional y físicamente destruidos por la intensidad del dolor.
Fue terrible ver a mi esposa perder en pedazos nuestro único hijo. Eran como puñaladas que iban debilitando nuestra esperanza poco a poco. Como todo proceso de agonía tiene su momento de resignación y culminación, de la misma manera nuestra tormenta acabó. Cuando se acaba la agonía de todo este proceso, decidimos como matrimonio meditar y adorar a Dios con la fuerza que nos quedaba. Fue como recibir una energía sobrenatural que provenía de un lugar desconocido.
Aunque fue difícil pasar por esa tormenta inesperada, no puedo ignorar el resultado que esa experiencia produjo en nuestras vidas. Hubo un cambio significativo en nuestra manera de adorar a Dios. En este momento nuestra adoración fue mucho más profunda y con un sentido diferente. Es incomparable adorar a Dios con un corazón correcto.
Esa experiencia nos permitió llegar a una dimensión de gloria que nunca habíamos alcanzado como cristianos. Aun no tenemos hijos, pero hemos crecido espiritualmente hasta el punto en el que nuestro centro de alabanza y adoración es Jesús.
Gloria a Dios por el dolor que me hace depender y confiar en un Rey que merece toda gloria y honra por siempre.
Ahora es que empieza la verdadera adoración—esta eterna celebración centrada en el trono de Dios, en Jesucristo, y en lo que ha hecho por nosotros. Esta celebración nos debe motivar a adorarle en cualquier situación. (Apocalipsis 5:12)
La prueba de la adoración se hace fácil. Una ocasión un santo dijo: “durante un periodo de treinta años yo me dedique a mis devociones con mucha dificultad, pero durante un corto tiempo se hizo parte de mí”. Cuando el amor de Dios se hace real en nuestras vidas, no hay un gozo comparable al de adorarle.
Mirando el sufrimiento desde una perspectiva eterna
¿Perteneceremos nosotros a esta tierra por siempre? ¿Qué pasará cuando llegue la muerte? Estas son preguntas que nos hacemos muy a menudo. La realidad es que son preguntas muy serias e importantes. Esas preguntas van a determinar cual es nuestra perspectiva eterna. Es obvio que en esta tierra viviremos temporalmente. Por ejemplo, es normal que una persona viva aproximadamente unos setenta y cinco años de vida. Eso es una realidad que cuesta aceptar, pero no podemos evitarla. ¿Qué pasará después? ¡Sólo setenta y cinco años de vida!
No importa el tiempo que vivamos, los cristianos tenemos que tener nuestros ojos mirando hacia la eternidad.
Cuando Jesucristo se encontraba en la cruz, le dijo a ladrón: “desde hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Esas palabras de autoridad divina transmitieron esperanza y consuelo a un hombre que estaba a punto de morir cruelmente. En ese momento el paraíso era el enfoque principal, no su cruel y agonizante dolor.
Nuestro sufrimiento es temporal al igual que la vida. Si vivimos enfocándonos en la eternidad, podremos disipar el dolor. Recuerda que tú estas prestado en esta tierra por un corto periodo de tiempo, y que eres predestinado para la eternidad.
Trabajando en el ministerio he tenido la oportunidad de visitar lugares de cuidado médico y enfermedades terminales (hospicios). Irónicamente nunca he terminado una conversación con un creyente en el lecho de muerte sin que afecte mi vida positivamente. Por ejemplo, por su condición terminal, estas personas tienen una clara visión de la promesa eterna que Dios a dado a sus hijos.
Déjenme presentarles a mi amiga. Así fue como la conocí; mientras caminaba en el pasillo del albergue para ancianos de la cuidad de Orlando, ella estaba sentada en su cama de hospital y cantaba, con un acento angloamericano, el viejo himno: “Oh Jerusalén que bonita eres calles de oro, mar de Cristal”. Joy había sido una anciana misionera en Panamá por más de 40 años. La interrumpí y le pregunté. “¿Cómo la está pasando?” “Un día más cerca del cielo”—me contestó con voz temblorosa. Lo irónico del asunto es que Joy estaba muriendo por causa del terrible mal de Parkinson. Joy demostraba en sus ojos la felicidad que provoca la seguridad de saber que en poco tiempo iba a estar con Dios por toda la eternidad. Posiblemente esta sea la última vez que converse con Joy, sin embargo, sus palabras quedarán grabadas en mi corazón para siempre. Su seguridad y valentía me enseñaron a mirar al cielo con ojos de esperanza. No hay libro ni teoría que enseñe esa verdad.
Esta corta historia es un hermoso ejemplo de confianza que también muestra que la eternidad es un lugar seguro para aquellos que han puesto su confianza en las manos de Jesús.
Estamos tan acostumbrados a esta tierra que se nos hace difícil recordar nuestro lugar. Sin embargo, la tierra es sólo un ensayo de lo que nos espera por la eternidad. Por ese motivo, si limitamos nuestras mentes a pensar terrenalmente, nos defraudaremos y perderemos el gozo que proviene del saber que esta tierra sólo es el comienzo. Sinceramente, si esta vida es lo único, definitivamente no es digna de vivir, pero Dios promete otra alternativa—vida eterna.
Nuestra vida en esta tierra es temporal al igual que nuestro sufrimiento. En contraste, nuestro tiempo con Jesús es eterno e incomparable. Por esa razón el sufrimiento debe ser confrontado y observado con una perspectiva eterna.
Un personaje artístico que muestra con su vida como debemos enfocarnos en la eternidad es Christopher Reeve (Superman). Cuando la película superman salió al mercado. Me hice la pregunta, ¿Qué es un héroe? Y recuerdo siempre escuchar la sencilla respuesta: héroe es la persona que comete un acto de valentía sin mirar las consecuencias—un policía que arriesga su vida para salvar la vida de otro. Yo personalmente creo que los héroes son personas ordinarias, que a pesar de sus dificultades ponen sus miradas en la eternidad, sin miedo a equivocarse.
Todo el mundo se asombró cuando Christopher Reeve sufrió el terrible accidente el día de memoria, en el año de 1995. En su tercer brinco en la competencia de caballos, Reeve fue lanzado de cabeza al suelo rompiéndose el cuello.
En los años siguientes, no sólo Reeve sobrevivió si no que también luchó por él, por su familia, y por miles de personas con daños en la espinal dorsal.
En la vida de Reeve encontramos un contraste interesante entre su personaje artístico—Superman, y su vida secular. En su extraordinaria película el personaje principal—Superman fue proyectado como un hombre poderoso e invencible. Es fascinante observar como superman vence a sus enemigos sin ningún problema. Parece tan real que podemos contagiarnos de su poder. En contraste, el protagonista fue un hombre sencillo y humano—totalmente vulnerable.
Por este motivo, argumentativamente escribo lo siguiente: irónicamente creo que en todos esos años de triunfo artístico, Reeve—un hombre sencillo y humano, nunca pensó que dentro sí mismo hubiese un Superman real. Por supuesto, el Superman real es ese hombre sensible lleno de fortaleza, valentía, coraje, sabiduría, conocimiento y amor. Sin embargo, todas esas virtudes brotaron de Christopher Reeve después de su accidente.
Todo ese descubrimiento sucedió como resultado de su relación con Jesús y de haber sustituido su mirada terrenal por una mirada eterna y con significado. De la misma manera, en nuestra relación con Jesús encontraremos significado aun en los momentos más obscuros de nuestras vidas. Sólo miremos los desafíos con lentes divinos.
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